Adama Diallo pasea por la playa de Thiaroye sur Mer, en la costa senegalesa, con su amigo rapero. “Perder el dinero o morir en la ruta, ya sea en el desierto o en las aguas… estamos física y psicológicamente listos para todo esto", dice, "somos muy conscientes de los riesgos”. Las olas del Atlántico acarician la arena de esta pequeña localidad a las afueras de Dakar, que hace años fue una aldea de pescadores y cuyas barcazas coloreadas zarparon por docenas rumbo a las islas Canarias durante la llamada crisis de los cayucos, en 2006. Pero la ruta que Adama eligió para llegar a Europa no fue la de navegar hasta las islas españolas, que están a 1.500 kilómetros de distancia, sino la más concurrida actualmente, la llamada ruta libia: mucho más larga, cara y peligrosa. Son más de 5.000 kilómetros por tierra antes de llegar a la costa libia, donde empieza la última etapa: la del Mediterráneo. Adama, de 36 años, ha navegado en el Mediterráneo, en una embarcación mínima, como miles de migrantes. Es de los que no ha conseguido llegar a Italia, de los que no ha muerto, y de los que, a pesar de estar de nuevo en el punto de partida, tiene el horizonte en el mismo punto: Europa.
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De: Portada de Internacional | EL PAÍS
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Autor/Editor: Gemma Parellada
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Fecha: August 21, 2018 at 02:47PM
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